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Los relojes musculares, o relojes biológicos, son los responsables del éxito o fracaso en el entrenamiento, el descanso, la digestión y la recuperación. En definitiva, son los encargados de regular y captar todo lo que hacemos en un periodo de 24 horas y están estrechamente relacionados con los ritmos circadianos y sus “desórdenes” causados por cambios horarios en el trabajo, viajes, etc. Si alguna vez te has preguntado por qué algunas sesiones de entrenamiento se sienten más efectivas que otras, la respuesta puede estar en cómo respetas o no respetas tus horarios.
El cuerpo humano cuenta con un reloj maestro ubicado en el cerebro y que se comunica con el resto de los relojes periféricos del organismo. Este reloj maestro influye a través de los ritmos circadianos sobre los demás relojes, pero no al revés. Los relojes periféricos “se rigen” por sus propios ciclos. Este concepto nos sirve para entender la importancia de un buen timing en la planificación de nuestros entrenamientos.
¿Cuál es la mejor hora para entrenar?
Este timing, junto a los relojes biológicos, nos dará pistas muy claras sobre cuándo estamos en nuestro mejor momento y cuándo es mejor cambiar de planes porque nuestro cuerpo no está listo para la acción.
Hay estudios que sugieren que el mejor momento para entrenar en circunstancias normales está entre las 16:00 y las 18:00. Este periodo está relacionado con la temperatura corporal, los picos de testosterona, el objetivo del entrenamiento (masa muscular, pérdida de peso, potencia…) y la facilidad que tengamos para conciliar un buen sueño reparador si tenemos que entrenar más tarde.
Aunque seguir una rutina puede parecer sencillo, la realidad es que muchas veces las circunstancias nos obligan a modificar nuestros horarios de comida y entrenamiento. Aquí es donde entran en juego los relojes musculares o biológicos. Hay estudios que demuestran que los músculos son capaces de prepararse y anticiparse a las sesiones de ejercicio si mantienes una rutina regular. Por eso, la consistencia es clave para lograr resultados de nuestros entrenamientos y en la consecución de nuestros objetivos, incluso si tus ritmos circadianos se ven alterados.
La mejor combinación: Planificación, alimentación y entrenamiento
Establecer una rutina y adherirse a ella es fundamental para lograr adherencia muscular, una condición en la que tu cuerpo se prepara automáticamente para el entrenamiento antes de que empieces a calentar.. No se puede establecer una cantidad de días para saber cuándo esa regularidad crea esta circunstancia de la que estamos hablando, pero lo cierto es que llega y los entrenamientos adquieren otro nivel más allá de los ritmos circadianos.
Con todo esto, debemos considerar la ingesta de alimentos y suplementos para nuestro día a día y nuestro rendimiento. Al igual que se adquiere una memoria para los músculos afectados en los diferentes entrenos, el resto de los sistemas relacionados con la digestión, encargados de distribuir los nutrientes por todo el cuerpo, también tendrán una mejor predisposición para que tanto el entrenamiento como la recuperación sean lo más eficaces y eficientes posible. De lo contrario, si no tenemos una buena rutina diaria y nuestros hábitos son variables de forma constante, nuestro cuerpo no encontrará ni el momento ni la forma correcta para dar lo mejor de sí y estaremos expuestos a lesiones, además de que los resultados del entrenamiento serán un poco impredecibles, como nuestros horarios.
Prioriza tu bienestar
Marcar pautas y respetarlas es difícil, pero hay que intentarlo hasta conseguirlo. Debemos ser nuestra mayor prioridad. Por supuesto, no debemos olvidar ni pasar por alto que cada uno de nosotros es “un mundo". Nuestras circunstancias son únicas y, en muchos casos, la genética marca el camino a seguir.
Probablemente no haya una verdad única y universal, pero en ese caso es mejor acudir al sentido común y preguntarnos cuándo entreno mejor y cuándo tengo mejores sensaciones. Seguro que ahí está tu mejor y único reloj.