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¿Quién no se ha dado un golpe alguna vez? Ya sea dándote con la esquina de una mesa, al resbalar en la ducha, por un pelotazo jugando con los niños o incluso al chocar sin querer contra una estantería en el trabajo, los golpes son parte de nuestro día a día. Los golpes están a la orden del día y aunque a simple vista puedan parecer similares, existen distintos tipos de golpes que se clasifican según el objeto o fuerza que los provoca, el área del cuerpo afectada y los tejidos comprometidos.
En el blog anterior TIPOS DE GOLPES Y SUS EFECTOS EN EL CUERPO, hablamos sobre los diferentes tipos de golpes y cómo afectan al cuerpo. Saber distinguirlos no es solo una cuestión técnica, sino que sirve para entender su gravedad y actuar a tiempo con el tratamiento adecuado.
Las contusiones son las más comunes, como cuando te das en la espinilla con la mesa del salón, suelen generar hematomas y dolor, pero no rompen la piel. También están los golpes penetrantes, que suelen ser más peligrosos ya que son producidos por objetos punzantes o afilados, como un corte con un cuchillo.
Otro tipo importante y más complejos son los golpes por impacto, como los que ocurren en accidentes de tráfico, donde el cuerpo sufre una desaceleración brusca y órganos como el cerebro pueden lesionarse sin que haya un golpe directo. Incluso algo tan cotidiano como practicar boxeo, fútbol o hacer realizar tareas repetitivas en el trabajo puede causar golpes pequeños pero continuos y frecuentes, que con el tiempo dañan músculos y tendones.
¿Es grave o leve?
Lo primero que debemos hacer cuando sufrimos un golpe es revisar cómo de grave es la lesión. Para ello:(1)
Si hay señales como una forma anormal del cuerpo, mucha hinchazón o si no podemos mover la parte golpeada, es importante buscar atención médica de inmediato.
Los primeros cuidados tras el impacto son fundamentales para controlar el daño y limitar la inflamación. En fisioterapia se usa el protocolo conocido como RICE (reposo, hielo, compresión y elevación), para la recuperación de lesiones menores de tejidos blandos. En etapas posteriores, también pueden incorporarse ejercicios excéntricos, guiados por un profesional.(2)
Imagen. Protocolo RICE: reposo, hielo, compresión, elevación.
Para ayudar a la recuperación, es importante reposar y proteger la zona lesionada, evitando actividades que causen dolor.
El uso de hielo es una técnica común para aliviar el dolor y disminuir la inflamación, especialmente durante los primeros 1 a 3 días tras una lesión.(3) Puede aplicarse mediante bolsas de hielo, geles o cremas frías de efecto mentolados, masajes con hielo, baños fríos o dispositivos de crioterapia.(4)
⚠️ Nunca apliques hielo directamente sobre la piel para evitar quemaduras.
La compresión ayuda a reducir la hinchazón tras una lesión y puede aplicarse con vendajes elásticos. Es importante no ajustarlos demasiado para evitar molestias como hormigueo o entumecimiento. Si se necesita por más de 72 horas, consulte a un médico.(5)
Para reducir la hinchazón, eleve la parte lesionada por encima del nivel del corazón usando almohadas, especialmente al estar sentado o recostado. Trate de hacerlo con frecuencia, incluso al aplicar hielo.(3)
Una vez transcurridas entre 48 y 72 horas desde la lesión, y si el dolor agudo y la inflamación han disminuido, se puede avanzar a la siguiente fase del tratamiento. Esta etapa tiene como objetivos reducir la rigidez, promover la circulación y facilitar la reparación de los tejidos. Se basa principalmente en dos pilares: aplicación de calor y movilización progresiva.
El uso terapéutico del calor es una herramienta efectiva para aliviar molestias y acelerar la recuperación. Se pueden utilizar bolsas térmicas, baños calientes o acudir a un profesional para que te ayude a aplicar técnicas de termoterapia. No obstante, es fundamental evitar la aplicación de calor si el área aún está muy inflamada o caliente al tacto.(6)
Por otro lado, la movilización progresiva debe iniciarse con movimientos suaves y controlados para prevenir la rigidez articular y favorecer el flujo sanguíneo. En caso de que el movimiento genere dolor, pueden utilizarse ejercicios isométricos.(7) La movilización temprana y controlada es clave para evitar la rigidez y fomentar una recuperación funcional. Se recomienda comenzar a recuperar el rango de movimiento, la fuerza y la resistencia lo antes posible, siempre y cuando no se agrave la lesión.(3)
Uno de los errores más comunes es retomar la actividad física demasiado pronto o retomar la rutina habitual sin restricciones. El hecho de que el dolor haya disminuido no significa que estés totalmente recuperado.
Es fundamental reconocer ciertas señales de advertencia que sugieren que el regreso a la actividad puede ser prematuro:
Si has notado alguna de las señales mencionadas antes, acudir a un fisioterapeuta puede ayudarte mucho. Este profesional puede crear un plan de ejercicios adaptado a tu situación para que te recuperes bien y puedas volver a tu rutina diaria o actividad deportiva sin recaídas ni nuevas lesiones.
Vanessa Redondo
Doctora en Química Orgánica, licenciada en Química y especializada en Química Médica. Medical writer en la agencia de comunicación integral especializada en salud Buenosaires.